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La trata de blancas, el horror que se ceba en las mujeres más pobres

El comercio con personas, casi siempre con fines sexuales, crece al amparo de las necesidades económicas. Las mujeres jóvenes son las víctimas más vulnerables de esta práctica, tercera actividad ilegal que más volumen de negocio genera en el mundo, tras el comercio de armas y el tráfico de drogas

Las Naciones Unidas establecen la siguiente definición para lo que vulgarmente se conoce como trata de blancas:

“Por ‘trata de personas’ se entenderá la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos”.

En nuestra sociedad este fenómeno se ha dado siempre, pero en los últimos años ha vivido un incremento considerable al amparo de la inmigración ilegal. Son frecuentes las noticias que hablan de bandas desmanteladas o de hallazgos de almacenes de personas con las que se trafica, generalmente mujeres destinadas a la prostitución. Son captadas en sus países con la promesa de un trabajo, normalmente para el servicio doméstico. Se les organiza el viaje y se les retiene la documentación. Según señalan fuentes policiales, cuando llegan a España se encuentran con una realidad que no tiene nada que ver con lo prometido. Pero ya no pueden hacer nada: son ilegales, acumulan una deuda considerable con quien las ha traído y sufren amenazas contra ellas o sus familiares que han quedado en su país de origen.
Lo escuchamos casi a diario en los informativos, lo vemos en las esquinas y en las carreteras, y quizá por sabido y repetido, ya nos parece dentro de la normalidad.

Las amenazas
Recientemente, los Mossos detuvieron a nueve personas nigerianas, proxenetas que tenían amenazadas a cincuenta mujeres que habían traído de Nigeria con falsas promesas laborales, y que retenían a su antojo con la amenaza de un ritual vudú, en el que ellas creían fervientemente. En alguna ocasión las agredieron e incluso llegaron a propinar palizas a sus familiares en Nigeria. La amenaza era triple: el rito vudú, las coacciones y el desamparo por vivir en un país extranjero y no conocer ni a la gente ni el idioma. La investigación se inició a raíz de una denuncia de una de las prostitutas que había “llegado al límite”; recibió varias palizas por las que tuvo que estar hospitalizada. Además, su madre murió en extrañas circunstancias en Nigeria, después de haber sido amenazada. Con el ritual vudú que hacían las mujeres “contraían una obligación de fidelidad con la organización que la trasladaba”; se comprometían a no denunciarles, explicó el portavoz de los Mossos.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cada año alrededor de 2,5 millones de personas son víctimas de la trata de personas y es la tercera actividad ilegal en volumen de negocio, sólo superada por el tráfico de armas y de drogas. Maximiliano Hairabedian explica en su libro Tráfico de personas que las formas y fines varían: en Europa, la explotación con fin sexual es la más difundida; en África y en América Latina, se destaca la laboral en la agricultura, minería y talleres textiles. En Europa las personas afectadas por esta situación suelen proceder de la parte oriental del continente y de cualquier punto subdesarrollado del planeta (África, Latinoamérica y Asia). En Estados Unidos, el mayor porcentaje de víctimas son los mexicanos (21%), pero también el tráfico de chinos con fines de esclavitud laboral y sexual ha sido destacado por organismos internacionales.

El horror
La actriz Emma Thompson está muy concienciada con este tema, y hace unos meses estuvo en España para presentar, la exposición Journey (Viaje), que denuncia el tráfico de mujeres con fines de explotación sexual, y que va recorriendo distintas ciudades del mundo. A través de siete vagones contenedores diseñados por artistas internacionales (Esperanza, Viaje, Uniforme, Dormitorio, Cliente, Estigma y Resurrección) la exposición invita a hacer un recorrido físico y emocional con Helena, una víctima de la trata. Cuando presenta esta exposición, Emma Thompson explica cómo conoció a Helena, una víctima real sometida “a unas situaciones inimaginables”, a la que le dieron una maleta con ropa y le dijeron “ponte esto y ponte a trabajar”.
Como imagen pública de esta campaña de denuncia, la actriz protagoniza también el video http://www.rtve.es/alacarta/videos/programa/viaje-helena/ de una prostituta que es engañada, violada, golpeada y que se ve obligada a ofrecer sus servicios sexuales hasta con 40 hombres cada día.”Estas mujeres no ha hecho nada malo, no están fuera de la ley”, argumenta Thompson, recordando que son personas que “están destrozadas por dentro”.”Es algo horrible, las maltratan, las violan, las torturan y les dicen a sus familias que están muertas”.

Hay quienes abogan por la legalización de la prostitución como solución al problema. Pero prostitución y tráfico de personas son cosas diferentes, y muchas voces sostienen que aunque gran parte del tráfico se destine al comercio del sexo, no es el único fin, y que la legalización no acabaría con una oferta que no puede poner condiciones de precio, violencia, prácticas o salubridad.
Según se explica desde la Red española contra la trata de personas, que engloba a más de 25 organizaciones con un objetivo común, estas situaciones se alimentan de la pobreza, la ignorancia y la necesidad y de un mercado del sexo siempre hambriento e insensible al drama humano que conlleva. Ha habido casos de mujeres que han viajado por placer y trabajo y han sufrido algún secuestro, pero son absolutamente excepcionales, apuntan fuentes policiales. Sí se dan situaciones de jóvenes, españolas por ejemplo, que viajen a otros países para prostituirse, pero suelen ser contactos consentidos y muy lucrativos.

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